HISTORIA. CALLE MAYOR

Viaje de cinco integrantes a Logroño (II)
Octubre de 1996

Solos y desamparados aunque con el estómago lleno, eso sí, nos encontrábamos los cinco tudelanos sin saber qué hacer. Suerte que en el programa venía anunciada la exposición de instrumentos, carteles y fotografías de festivales anteriores que había en el Ayuntamiento de Logroño. Como no teníamos nada que hacer durante las difíciles horas de la siesta (difíciles cuando hay que mantenerse despierto) decidimos buscar la exposición. Esta vez no resultó difícil encontrar la Casa Consistorial pues era enorme y estaba en el centro de la ciudad; las complicaciones llegaron cuando quisimos dar con la puerta. Intentamos preguntar a una joven pero se largó corriendo, ¿tanto miedo dábamos?

Cuando habíamos rodeado el edificio entero encontramos por fin la entrada: entrada por llamarla de alguna forma, porque estaba cerrado y no pudimos pasar. Había dentro un viejo uniformado muy desagradable que nos dio a entender que por ser sábado no se abría la exposición. Ante semejante situación, una única solución era válida y decidimos adoptarla, asumiendo por cuenta propia el riesgo y la responsabilidad: entramos en un bar a tomar un café y a hacer tiempo.

Una hora de tertulia fue suciente para decidirnos, incrédulos de nosotros, a volver a la exposición por si estuviera abierta y, efectivamente, fue así. Nuestra suerte tenía que empezar a cambiar. En un salón no excesivamente grande convivían fotos con carteles, instrumentos de cuerda actuales y antiguos y un mostrador con discos y cintas de los grupos asistentes al festival, además de algunos libros y partituras. Allí vimos con alegría nuestra grabación expuesta, y más contentos nos pusimos aún cuando comprobamos que se estaba vendiendo bien. También nos encontramos al eminente concertista de bandurria Antonio Navarro, componente del cuarteto Aguilar y autor del libro 'Los instrumentos de púa en España', junto con J. J. Rey.

Pasamos un buen rato agradable en aquel ambiente que se nos hacía tan familiar pero era hora de tomar una decisión importante: ¿Qué concierto íbamos a ver? Había tres alternativas. La más tentadora era la de admirar al brillante Cuarteto Aguilar pero nos veíamos obligados a hacer un desplazamiento de más de cien kilómetros desde Logroño y luego tener que ir a Soria para volver a Tudela. Descartamos la posibilidad y entre quedarse en el concierto de Logroño o ir a Camprovín, optamos por la segunda, ya que nos resultaba más tentador escuchar a la Orquesta Tablatura de Alcalá de Henares.

Como teníamos tiempo de sobra y nos quedaba de paso, marchamos a visitar Nájera (que también tiene Orquesta de Pulso y Púa) y luego empezamos a buscar Camprovín. Nuestra única orientación era el mapa de carreteras, un poco anticuado, por cierto, pues no existían señales para guiarnos en esa dirección. Dejamos atrás Tricio y al llegar a Arenzana de Abajo, todos los cruces nos indicaban el camino de vuelta a Nájera, pero ninguno el de Camprovín.

Otra vez nos encontrábamos dando vueltas sin rumbo fijo hasta que una señora muy amable, que daba la impresión de poder hablar poco normalmente, porque con nosotros se desahogó, nos indicó el camino correcto veinte o treinta veces y gracias a ella, aunque no lo teníamos muy claro después de las indicaciones, conseguimos llegar a Camprovín con la idea de disfrutar de buena música. La esperanza de hablar con los organizadores la habíamos perdido.

En una plazoleta en cuesta del pueblo nos dispusimos a aparcar y un señor con barba nos dijo que si nos habíamos perdido. Nosotros contestamos:
-No, venimos aquí.
Al bajar del coche nos preguntó que si éramos de la Orquesta Ibérica. Naturalmente le contamos que veníamos de Tudela. Nos reconoció en seguida y se presentó.
-Soy Javier Villar, el organizador del festival.
Y en ese mismo instante, vimos la luz, fue para nosotros como una visión divina, encontrarnos a quien buscábamos en el lugar más inesperado.

Asistimos a la interpretación del grupo Tablatura que entre bandurrias, laúdes y guitarras llegaban hasta once y al finalizar nos fuimos a la puerta de la iglesia para no dejar a Javier escaparse. Como tardaban en salir, alguno se entretenía dando patadas a una botella de plástico y terminó de culo en el suelo justo cuando salían los músicos.

Inesperadamente, un señor que a la postre resultó ser el alcalde de Camprovín nos invitó a cenar con la Orquesta Tablatura y los organizadores en su casa. La oportunidad que buscábamos se nos brindaba en bandeja de plata, pero había quien no se fiaba y se esperaba una reacción final como la de Resti cuando nos abandonó después de la comida, pero decidimos afrontar el reto.

En la casa del alcalde no había sillas para tanta gente pues había cinco invitados nuevos y tuvieron que traer más. Los dos músicos que a la hora de la comida habían llegado tarde formaban parte de la Orquesta Tablatura y cuando nos vieron en la mesa, alucinaban.

Comimos, bebimos, charlamos y cantamos; por fin conseguimos establecer cordiales relaciones personales con la Sociedad Artística Riojana y la posibilidad de asistir a la edición XXXI del Festival de Música Plectro de La Rioja está más cerca. Si estamos o no allí el próximo año, el tiempo lo dirá.

Pasada la medianoche, iniciamos el camino de vuelta, que transcurrió sin incidencias destacables.

©2004 Orquesta de Pulso y Púa de Tudela de Duero