DETRÁS DEL ATRIL

Luismi, Luz y Natalia, en los camerinos del teatro, preparándose para salir a escena.


Nohelia y Ana, en uno de los palcos, con el escenario al fondo.


Un momento del ensayo con el escenario todavía vacio.


Abel, Pablo y Ana juegan con el cacharro electrónico de Tuti minutos antes de salir al escenario.


Nohelia, Luz, Gracia y Pablo sujetan, aunque no lo parezca, una botella de vino de Toro.


Un Andrés psicodélico (con Luz al fondo) en el bar de Toro.


Ana, Luz,
Nohelia, Natalia, Pablo, Gracia y Luismi frente a una pintura alusiva al pulso y la púa.

EL VÍDEO


El bar bodega de Toro
18 de octubre de 2008



Esta vez el viaje ha sido cortito, pero lo hemos aprovechado todo lo que hemos podido. Concierto en Toro, a muy poquitos kilómetros de Valladolid, así que hemos decidido no ir en autobús (microbús) sino acercarnos hasta allí en coches. Al final, como tampoco somos muchos, nos hemos apañado bien con unos pocos vehículos. Jesús, el dire, ha ido por su cuenta. Alicia se ha acercado con su coche y con Tuti. Pablo y Andrés han viajado juntos desde Valladolid y el resto quedaron en Tudela para organizarse. El punto de partida era la parada de autobús de la avenida de Valladolid en Tudela. Allí nos fuimos acercando todos, poco a poco. Los primeros en llegar fueron Nohelia y Miguel Ángel. Y después fueron aparaciendo los demás. Después de repartirnos en los coches, la cosa fue bastante sencilla. En el Peugeot de Luismi fueron, además de él, claro, Natalia, Ana y Gracia. El resto, en la furgoneta de Miguel Ángel. Blanca y Luz en la parte de atrás, Víctor, Nohelia y Elsa en la del medio y Abel y Miguel Ángel delante. Este último conduciendo.

Durante el viaje no faltaron los choteos y piques entre coches. Así, Ana y Nohelia se llamaron por teléfono y, con el manos libres, aprovechamos para cantar cancoines de viaje, como el Elefante que se balanceaba o el Vamos a contar mentiras. Además, Luismi aprovechaba los adelantamientos para que Gracia o Ana hicieran fotografías a la furgoneta. El viaje en este último vehículo fue, además de todo, constructivo, puesto que Nohelia enseñó sus dotes como cartógrafa para trazar un mapa oral de la provincia de Valladolid por la carretera de Salamanca ("primero Alaejos, luego Sieteiglesias, luego Pollos"). Y el orden y la discusión de si lo decía viniendo de Salamanca o de Valladolid sirvió de comidilla para buena parte de las bromas del día. Si es que nos entretenemos con cualquier cosa.

LLegamos a Toro y después de preguntar a un simpático hombre, llegamos al teatro Latorre, donde tendría lugar el concierto. Fuimos dejando los instrumentos, preparando las sillas y esperando a Pablo y a Andrés que, aunque fueron los primeros en llegar a Toro, también fueron los útlimos en acercarse hasta el teatro, puesto que se quedaron tomando un pincho en un bar mientras veían perder a Nadal.

Mientras, Jesús iba afinando los instrumentos y alguno de los integrantes de la orquesta se dedicó a inspeccionar el teatro. Los camerinos, la zona de tramoya, los palcos de los pisos superiores, la mesa de sonido (con dj ana al frente) o el foso para la orquesta. Bromeamos incluso con Jesús no fuera a dar un mal paso y caer desde una altura de más de dos metros.

Ensayamos un poco, como de costmbre, antes de la actuación. Primero las danzas francesas, para ver la acústica. Como se oía poco a las guitarras (faltaron Álvaro y Esther, los dos en las Canarias, el primero en un congreso y la segunda en una boda), éstas se colocaron en la fila de delante, entre las bandurrias primeras y los laúdes. Después, le dimos a la Sinfonía de los Juguetes (que se incorporó a última hora al repertorio del concierto) y al Sitio de Zaragoza, que hacía bastante tiemop que no lo tocábamos y además Víctor tenía que aprender cómo colocar el papel para hacer el tambor, que ante la ausencia de Álvaro, iba a ser la primera vez que lo tuviera que tocar así.

Con todo dispuesto, los chicos se fueron a cambiar (fuera vaqueros, hola pajarita) y después salimos a la puerta del teatro para esperar a que llegara el momento de empezar el concierto. Durante esa media hora de espera (algunos con hambre se arrepintieron de no tener nada que llevarse a la boca) estuvimos charlando, haciéndonos fotos (cuánto juego dio el cartel de salida) y jugando con el móvil de Tuti.

Después, el concierto, con un Miguel Ángel más hablador de lo habitual y a continuación, el tentempié. Probamos chorizo, queso, lomo, salchichón, vino de Toro, claro, y acompañados por los amigos de la agrupación toresana, que nos contaron en grupillos la historia de su orquesta y nos invitaron a reconocerlos en las orlas antiguas. Para cerrar la cena, unos bollos estupendos y riquísimos (de Hito) de los que Víctor consiguió dos cajas, después de que se las regalaran los integrantes de la orquesta de Toro.

Con los instrumentos guardados en los coches, decidimos dar una vuelta por Toro. Nos tocó andar un poco hasta que llegamos a una zona donde se veía algo de ambientillo. Aunque todavía eran los once y algunos bares ni siquiera habían abierto. Sí que lo estaban los bares de chatos, donde los espectadores del Atlético de Madrid-Real Madrid daban los últimos sorbos a su vaso de vino. La verdad es que la calle por la que pasamos debía tener un ambiente importante a la hora del vermú. Pero a las once tampoco había mucha gente.

Así que, con el Ayuntamiento de fondo, nos paramos, nos callamos y escuchamos un bar desde donde salía música y allí que nos fuimos. Se llamaba 42. Había que bajar unas escaleras y Andrés fue el valiente que encabezó la comitiva. En el primer sótano había música heavy que no nos terminaba de convencer (somos unos blandos). Cunado estábamos a punto de salir, Andrés siguió bajando escaleras y se encontró con que en el segundo sótano, y con pinta de bodega, habia otra sala donde ponían canciones que nos gustan más. Así que allí nos quedamos. Tampoco había mucha gente, unos chavales jugando al futbolín (¡joder, para bajarlo hasta aquí!, decía Abel). Pero bueno, tampoco necesitamos a muchos más. Pedimos, bebimos algo, flipamos un poco con el grifo de cerveza (que salía de algún extraño depósito oculto en la pared), algunos bailaron al fondo del bar (la bodega enrejada) y después de un ratillo, volvimos para los coches. A medio camino hubo un debate sobre qué hacer a continuación, ir a Valladolid, salir por Tudela y como no llegamos a ninguna conclusión, decidimos que cada uno volviera al lugar de donde habia slaido. Así, Andrés y Pablo se fueorn a Valladolid y el resto, para Tudela. Una vez allí, un grupo decidió tomar la penúltima (nunca hay última) en el Bare Nostrum. Allí estuvieron Luismi, Abel, Víctor, Nohelia, Gracia, Natalia, Luz y Blanca.

Y el próximo viaje, a Langreo.



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©2004 Orquesta de Pulso y Púa de Tudela de Duero