DETRÁS DEL ATRIL

Pablo, Luz, Andrés y Gracia ensayan en la clase de manualidades.


Elsa, Luismi, Alicia, Nohelia y Abel, momentos antes del concierto.


Pablo recoge el premio que nos dedicaron los compañeros de Espirdo.


Preparan el lechazo que nos vamos a comer.



Sirven el lechazo en nuestra mesa...

Viaje a Espirdo (Segovia)
10 de noviembre


Vaya lechacito bueno que comimos en Espirdo. No todos llegaron a la cena porque muchos se fueron antes (Elena, Gracia, Luismi, Abel, Nohelia) pero los que aguantaron como jabatos pudieron meterse entre pecho y espalda un lechazo asado de los de categoría. Allí estaban por ejemplo Pablo, Alicia, Cristina, Elsa, Esther, Víctor, Andres, Luz y Blanca para certificarlo. Incluso Jesús, que dijo que no iba a comer mucho por aquello del coresterol pero le dio un buen meneo a su plato. Los compañeros de Espirdo nos tenían preparada una cena estupenda para la que prepararon diez lechazos, bien acompañados por chorizo a la sidra, jamón, queso, ensalada, patatitas fritas y pastelines para terminar.

Esto fue lo último de la jornada, porque previamente tuvimos que actuar. Y antes incluso que viajar, en el viaje más deshilachado que hemos hecho en mucho tiempo. Por un lado iba Luismi en su coche. Por otro Abel camino de Salamanca. Y en otro Pablo con Esther y Alicia, a la que cogió casi de camino porque se había ido tan pancha a pillar el bus en la plaza circular cuando ya le avisamos el día antes de que no habría parada en Valladolid. En fin.

Una vez que llegamos a Espirdo (después de un pequeño rodeo porque el conductor del bus se equivocó de salida) fuimos a un centro social. Nos habían reservado el aula de manualidades para prepararnos, vestirnos y ensayar un poco. Lo hicimos con sillas y venciendo un poco el frío que comenzaba a asomar por debajo de la puerta. Lo que nos encontramos encima del escenario fue justamente todo lo contrario. Un calor impresionante. Hacía tiempo que no pasábamos tanto calor en el escenario. A algunos incluso les entró algo de modorra, como a Gracia. Fuimos los primeros en tocar y hasta que se abrió el telón nos dio tiempo a hacer fotos y alguna que otra tontería con los chicles o las nuevas gafas fashion de Abel.

Después escuchamos a los compañeros de las otras dos orquestas y, llegado el punto de los regalos, Pablo recogió una escultura y Jesús un par de botellas de vino y un queso del que dimos buena cuenta al siguiente ensayo.

Tras una visita fugaz a un bar fuimos a la cena (el famoso lechazo) y lo peor vino al final, cuando tuvimos que levantarnos justo en el momento en el que más interesante se estaba poniendo la cosa, porque los compañeros de las otras dos orquestas empezaron a cantar divertidas canciones con esa base del ¡Camarero, una de mero! ¿Una de mero? Una de mero, dos de febrero. Pronto se inició una competición a ver quien hacía la asociación más graciosa. Cuando mejor lo estábamos pasando tuvimos que levantar el chiringuito, sobre las 23.30 horas, y allí dejamos a los demás músicos bebiendo, cantando y empezando la noche.

En el camino de vuelta, la Guardia Civil paró el coche de Pablo para hacerle un control de alcoholemia. Como no podía ser de otra manera, jeje, cero de alcohol.

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