DETRÁS DEL ATRIL

 


Noci, María Luisa, Elsa, Víctor, Elena y Alicia, en el restaurante, durante la comida del sábado.


La Orquesta, en el castillo de Celorico da Beira.


Alicia, Estefanía, Elena, Noci y Miguel Ángel, en una calle de Trancoso.


Elena, Noci, Álvaro y Jesús, en la cafetería de hotel.


Pablo, muerto de frío, en el auditorio de Trancoso.


Luismi, Ana, Elena, Gracia, María Luisa y Elsa, con dos bufandas antes del concierto de Trancoso.


La Orquesta, en el auditorio de Trancoso.


Los componentes de la Orquesta, con el cartel de la web que preparó Ana.

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ENLACES

Web de Celorico da Beira


Turismo en Celorico da Beira

Trancoso medieval

Residencial Dom Dinis, donde dormimos

Portal de Trancoso

Trancoso virtual

Fotos de Trancoso


Portugal Live Tour, primer finde
3 y 4 de diciembre de 2005

Iniciamos nuestra pequeña gira por Portugal el sábado, a las 9.00 horas, con la salida desde la plaza de Pablo Arranz (más conocida en Tudela como la del cine Goya, aunque ya no haya cine). Repetimos en microbús (el mismo que en el viaje a Sada) y además incorporamos nueva decoración marca de la casa. Ana se ha dedicado durante la última semana a preparar unos carteles con el logotipo de nuestro viaje a Portugal y una gran pancarta con el nombre de nuestra página web para colgarlos en el autobús y hacer publicidad de nuestro paso por tierras portuguesas.

Un paso que estuvo caracterizado por el mal tiempo. Debemos tener ojeriza, porque en los últimos viajes la metereología no nos ha dado una tregua. En Coruña nos llovió y en Portugal nos ha hecho frío. Mucho frío, tanto que no se han echado de más las bufandas y guantes que han completado la indumentaira de buena parte de los componentes de la Orquesta y de sus acompañantes.

Después de la primera parada en un bar con mesas de diseño (ya le hemos echado el ojo para comer el fin de semana próximo) nos hemos dirigido a nuestro lugar de destino, Trancoso, donde se encuentra el residencial Dom Dinis, donde nos hemos hospedado. El hotel se encontraba en obras en su segunda planta (la ocupada por Jesús, Miguel Ángel y Elena y Alicia, por ejemplo). Las suyas fueron casi casi las únicas habitaciones completas de esa planta, e incluso todo hace indicar que fueron los encargados de inaugurar esos cuartos. Los de abajo, más antiguos, fueron ocupados por el resto de excursionistas. Lo más llamativo de las habitaciones, un lavabo con forma de concha (lo cual reducía mucho el margen de maniobra para lavarse la cara o los dientes) y unos curiosos altillos encima de los armarios que fueron usados por más de uno para hacerse una fotografía (por ejemplo, Noci y Víctor). La mejor habitación, sin lugar a dudas, la que ocupó Abel, con dos pequeños apartados, sus camitas y una terraza que daba directamente a las murallas de la villa.

Una vez instalados en el hotel -esas llaves gigantes con forma de ficha de dominó y ese mando a distancia para la tele- nos fuimos a comer al restaurante que teníamos reservado. Estuvimos esperando durante más de una hora hasta que nos sirvieron (el bacalao, las costaletas-costilla y las lulas-chipirones), tiempo que fue aprovechado para echar una parlada y sobre todo, comer aceitunas y pan con mantequilla con sal (marca Mimosa), que sirvió para mitigar un poco el hambre que teníamos. Y eso que era pronto para comer, pese al cambio de hora y todo.

Justo después de comer volvimos al hotel para terminar de colocarnos y después salimos para Celorico da Beira, donde daríamos nuestro primer concierto de la gira. En el trayecto, Jesús aprovechó para dar a Noci y Pablo la partitura del Concierto para dos mandolinas de Vivaldi. Los dos estuvieron ya bien ocupados durante el fin de semana leyendo la partitura e incluso ensayando la pieza.


Nada más salir del autobús nos quedamos parados delante del escaparate de una tienda de fotografía donde estuvimos echando una risas con los modelos de las fotos de boda. Dimos una vuelta (a oscuras) por el casco medieval de la localidad e incluso nos metimos en el interior de un castilla del que no pudimos ver nada por falta de luz. Después de callejear y ver queso en varios escaparates, entramos en un bar donde nos sirvieron coca cola directamente de una botella de dos litros y nos encontramos con un camarero que tenía para todos una cara conocida. ¿Dónde lo hemos visto? ¿Dónde lo hemos visto? ¡Coño! ¡Era uno de los modelos de las fotografías de boda de la tienda!

Con el estómago más lleno de líquido, subimos hasta el Centro Cultural donde tendría lugar el concierto. Al terminar, el alcalde de la localidad nos felicitó por la actuación, nos regaló varios libros sobre la historia de Celorico da Beira y nos invitó a volver el próximo año para ofrecer varios conciertos. A ver si se cumple la promesa. Ojalá. Y sobre todo, el interés de una mujer brasileña que se encontraba entre el público y que nos pidió referencias y el curriculum. Todo esto, mientras dábamos buena cuenta de vino de la tierra, embutido y sobre todo queso de oveja, el más famoso de todo Portugal.

Terminado el concierto, comenzó una sesión de chistes en el autobús. Un divertido mano a mano entre Noci y Noriega con una colección de tonterías e historietas que nos hizo más amenos el viaje de regreso a la residencia, apenas veinte kilómetros, pero por una carretera malísima y llena de niebla.

De vuelta al hotel y destrozados de cansancio, nos reunimos en la cafetería para una cena rápida, bocadillos con el pan y el jamón y chorizo que Miguel Ángel y Álvaro compraron por la tarde en el MiniPreço, el supermercado Día de Trancoso. Mientras le dábamos al diente, Jesús descubrió una versión portuguesa de los Serrano.

Y después, todo el mundo a la camita. Nada de salir por la noche. La mañana comenzó con un desayuno impresionante (esa mantequilla, esos panecillos, esos bizcochos...) y un paseo por Trancoso. Los más madrugadores en su visita por las calles de la localidad fueron Noci, Miguel Ángel, Estefanía, Alicia, Elena y Vïctor, que descubrieron cómo todos los comercios de la villa tenían un cartel donde se anunciaba el concierto de la Orquesta.

En la visita a Trancoso no faltaron las fotografías en las murallas, el castillo (con esa estructura en forma de Ovni o de escotilla de 'Perdidos' en el centro) y frente a las iglesias. El paseo fue extraño, ya que los visitantes apenas se cruzaron con una sola persona, pero había muchísimos perros por las calles, algunos de los cuales los acompañaron durante los cerca de sesenta minutos que estuvieron dando vueltas por el casco histórico de Trancoso.

Justo cuando regresaban al hotel (y empezaban a coger calor en la cafetería, allí estaba Jesús esperando), salía una nueva remesa de visitantes. Álvaro, Rebeca, Pablo y Begoña. Alicia y Víctor se les sumaron para volver a visitar el pueblo y recorrer las calles de la antigua judería y echar un vistazo a la oficina de turismo. El resto de los componentes de la Orquesta y los acompañantes prefierion quedarse en el hotel para evitar el frío que comenzaba a hacer mella en los 'excursionistas'. Y encima, empezaba a amenazar lluvia.

Antes de comer, en el mismo restaurante del día anterior, todos juntos tomamos un café en una cafetería extraña donde no entendieron a Alicia cuando pedía su eterno café con hielo y donde exhibían con orgullo una colección de botellas a cual más estrafalaria. La comida no fue tan lenta como la del día anterior y nos la sirvieron con algo más de rapidez. Eso sí, no tanta como la que nos dimos nosotros para hacernos con los postres. Los dos días, los camareros no servían los postres, sino que nos invitaban a acercarnos a una mesa del restaurante donde pusieron una gran variedad de dulces a elegir (mousse de cocholate, arroz con leche, natillas, pudding, flan...). Eso sí, faltó helado, algo que María Luisa y Jesús echaron de menos.

Nada más terminar de comer, y sin apenas sobremesa, nos dirigimos al Convento dos Frades, donde tendría lugar el concierto, que comenzaba a las 15.30 horas, una hora extrañísima para nosotros. Hacía frío, mucho frío en el auditorio. Tanto que Pablo apenas se quitó el guante hasta segundos antes de la actuación. Tanto que Jesús no dudó en acumular camisas debajo del traje. Tanto que Ana, Gracía o María Luisa apenas se separaron de los radiadores. Tanto frío que todos nos miramos un poco cabreados cuando un hombre decidió apagar la calefacción para que hubiera más silencio en la sala. El silencio se agradeció mucho, pero la bajada de temperatura no tanto. Los dedos estbaan congelados y las espaldas de las guitarras, todavía más, porque había justo encima de ellos una corriente de aire frío que sufrió especialmente Esther.

Una vez terminado el concierto (las autoridades de Trancoso también nos obsequiaron con libros de la villa), de nuevo al autobús y de vuelta a Tudela. En esta ocasión, las pelis 'Hasta que la muerte nos separe' y 'Shrek' sirvieron para amenizar el camino. Llegamos a Tudela sobre las 23.00 horas... Y el fin de semana próximo, más (continuará).



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©2004 Orquesta de Pulso y Púa de Tudela de Duero